Por: Octavio Díaz García de León
8 de abril de 2009
Un destacado analista
y buen amigo, escribía a fines del año pasado, que la crisis económica desencadenada por la ambición y
la incompetencia de incontables financieros, no significaba el fin del capitalismo. Esto lo
escribía en respuesta a quienes pensaban
que la intervención de gobierno tras gobierno para nacionalizar bancos,
instituciones financieras, y hasta empresas automotrices significaba que Marx
había vuelto por sus fueros e iba a surgir una nueva Unión Soviética a escala mundial.
Algunos amigos, nostálgicos de la utopía marxista, fracasada tan
estrepitosamente en 1989, volvían a sonreír. Los demás, fervientes creyentes en
el capitalismo y sus bondades, decían que aquí no pasaba nada.
Lo que es un hecho es que el capitalismo ha llevado al mundo a paradojas sin salida. Impulsa el crecimiento económico sin fin, como si los recursos fueran inagotables. Promueve el consumo desmedido basado entre otras cosas en la obsolescencia planeada. Por ejemplo, si usted tiene la fortuna de tener una computadora en casa, deseará tener la más avanzada, el procesador más veloz, el disco duro de mayor capacidad, la conexión a Internet más rápida, la última versión de Windows, etc. Pero ello no se debe necesariamente a que usted haga cada vez cosas más sofisticadas que requieren mayor poder de cómputo. Yo uso mi computadora para lo mismo que la usaba hace veinte años. Me basta un procesador de palabras, una hoja de cálculo y un paquete para hacer presentaciones. Para eso, me sirve igual una computadora muy avanzada que la que tenía hace 20 años. Sobra decir que en mi lugar de trabajo se considera obsoleto un equipo con más de tres años de vida, aunque no haya cambiado el uso que le damos. Igual pasa con la ropa: la dejamos de usar no porque no sirva sino porque pasa de moda. Allí están los autos: como podemos acceder a un crédito, preferimos cambiarlo por uno último modelo aunque ya los autos son más duraderos debido a las nuevas tecnologías. Preferimos ir a una playa de moda en un hotel caro, cuando nos podríamos divertir igual en el balneario de aquí junto. Nos hartamos de comida chatarra que nos provoca enfermedades mortales como la diabetes. Se toma alcohol en exceso hasta caer como moscas. Se corre a toda velocidad en un auto hasta estrellarse contra un poste y morir. El capitalismo se basa en todo tipo de consumo, benéfico o dañino. Para sostenerlo se nos impulsa a ganar mas dinero porque con ello podemos comprar todas las cosas que produce el sistema, sin importar si las necesitamos. Se sostiene también por la publicidad que nos satura, rodea y manipula. Hasta las noticias o las telenovelas que pasan en la televisión están llenas de anuncios disfrazados. Como todo impulsa al consumo desmedido y a la acumulación de propiedades, resulta que hasta los maleantes de todo tipo, desde los financieros que provocaron la crisis hasta los sicarios de la peor ralea, lo hacen motivados por el tener más dinero para tener mas cosas. “Eres lo que tienes” es el paradigma de este sistema.
No importa que se
sea maleante, que se engañe a sus
clientes cobrándoles de más, que corrompa a funcionarios de gobierno; no
importa que ni viviendo muchas vidas se pueda gastar todo lo que se
tiene, o siquiera usarlo o disfrutarlo.
Por otra parte
millones de personas no tienen ni siquiera para sobrevivir. Es una gran
paradoja porque nuestra sociedad actual tiene la capacidad para satisfacer las
necesidades mínimas de toda la población
del mundo. El problema es que en el capitalismo en el que vivimos, se propicia
que las personas vean solo por sí mismas, ignorando a los demás.
Pienso que se puede cambiar el modelo de vida y
hacerlo mas razonable. Que todo el mundo tenga lo mínimo en materia de salud,
alimento, habitación, educación y cultura sin que destruyamos a la Tierra y a la humanidad en
el proceso. Pero esto no es tarea de los
gobiernos sino de cada uno de nosotros.
Algunas
premisas que nos pudieran llevar a esa nueva sociedad podrían ser:
- Que la población
ya no crezca para tener un número de habitantes estable que evite que la
economía siempre tenga que crecer.
- Rediseñar
las ciudades para que sean compactas y permita el desplazamiento a pie o
en bicicleta.
- Acabar con
el consumo inútil para reorientar la producción y que todo mundo tenga los productos y
servicios mínimos para a una vida cómoda.
- Que las
personas con más capacidades las empleen no para acumular más cosas o propiedades,
sino para asegurar una vejez digna y para ayudar a los menos capaces.
- Desaparecer
la publicidad para evitar la creación de necesidades y usar ese dinero en
educación.
- Quitar el
afán de lucro en áreas como la producción de medicinas y hospitales en
donde debe prevalecer el ayudar a las personas.
- Acabar con
las guerras y la producción de armamento. En general, desaparecer todo lo que dañe al ser
humano.
- Privilegiar
el que haya más tiempo libre que
ocupaciones innecesarias o forzosas que disminuyen la calidad de vida.
- Privilegiar
la actividad física sobre la pasividad.
- Propiciar la alimentación sana y sabrosa
por encima de la que produce obesidad y enfermedades.
Sin duda lo
anterior es posible por radical que parezca. Es posible, en función de poner a la razón al servicio de
la persona humana por encima de cualquier otra consideración. Es posible si lo
intentamos por medio de la prueba y error. Es posible pues, si queremos.
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